sábado, 28 de febrero de 2015

Noctámbulo

Oh, noche. Doncella escarlata vestida de penumbras. Madre de todas las congojas de quienes envueltos en el velo de la desdicha te claman. Hija sublime de mis pesares. Concubina de un sol marchito que habita en la profundidad del silencio de esta habitación inhundada en tu gloria advenediza.

Oh, noche que tan poco das y tanto, tanto quitas.
Oh, mi amor, fuente de esperanzas marchitas.
Noche mía, que desde lo intenso me gritas.



¿Porqué tantos rehusan de ti mientras nosotros, tus amantes, seguimos en tu búsqueda?

Es, quizá, la experiencia de tus abrazos de sombras la que me mantiene aferrado a esta vida carente de cinética, esperanzado, frente a un mundo de espejismos, de apariencias mundanas, de un geometrismo gris e insípido.

Por eso busco tímidamente me escabuírme entre tus brazos. Te busco por el día hasta por fin hallarte al final de la noche, tan seductora como siempre y tan femenina como nunca las sido... Caigo embaucado por tus curvas éteras en un espiral de amor inenarrable, hasta perderme entre tu cálido busto en sintonía con tus vibraciones. 

Es por eso que te clamo.
¿Entiendes por qué? 
Seré tu eterno enamorado.

Y tu piel de ébano desprende aquel manjar que me convierte en noctámbulo.
Que me obliga a atar mi cordura a tu existencia, y termino por procurarte mi amor incondicional si solo te mantienes ahí, si solo me regalases una hora mas de tu existencia itinerante...

Pero no.

Tienes en tu agenda otros amores a quienes satisfacer y me basta solo consolarme con que llegarás, y aqui te esperaré, porque te amo.

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