jueves, 5 de septiembre de 2013

El Esclavo



¿Como puedo verte a través de los ojos que te pertenecen?


Si aparentemente eres tú misma quien se refleja al interior y por sobre esta iris inyectada en la sangre cómplice de tus fantasías, sangre la cual derramo en agrias lágrimas, semejantes al amor al cual vivo encadenado... Semejantes al sufrimiento, cual suplicio que disfruto de forma antagónica con mis sentimientos, entremezclando mi agonía con tu apatía... Consiguiendo así la formula perfecta para la destrucción de este espíritu torturado. 


Y río.


Río en silencio al saber que aún así, pese a todo, pese a lo oscuro, a lo desconocido, pese a lo que conozco y conoceré, a sabiendas de que este elixir ácido que bebo de tus labios resulta nocivo para mi corazón marchito, que es tan peligroso como necesario para mi vida, es también sumamente necesario para prolongar mi existencia en este mundo de sombras andantes.


Esta es mi vida...



Vida la cual te pertenece, cuerpo en el cual encajaste la bandera de tu autoridad, sin palabras, sin triunfos ni desfiles, sin que nadie se entere ni sospeche, estoy sumiso en el profundo mar de tus deseos, sumergido en el éxtasis de tus encantos misteriosos, impaciente a probar la dulzura de tu cuerpo, a sentir tus manos robustas deslizándose por mi espalda adolorida tras cada golpe del látigo del remordimiento que expeles con aquella mirada de ángel que oculta tus verdaderas intenciones.

Y aún temo más al ver tu sonrisa dibujándose en cada extremo de la comisura de tus labios, no conozco tus intenciones, pero reconozco que, como el buen esclavo en el que me he convertido, haré lo que pueda de la forma más inhumanamente posible para poder complacerte, arrastraría mis rodillas destrozadas sobre el pavimento por vez décima, clamándote a tí el perdón que creo yo merecer; Pero lo hago y lo volvería a hacer, entre tanto vuelve a escapar de mi garganta aquella risa desquiciada, digna de esta mente sumisa que te pertenece, y aunque lo vuelva a reiterar, amén y que así sea: Llenaré tu cáliz aureolado hasta rebosarlo con mi sangre para saciar tu sed y haré un brindis ceremonioso ante Tu Santidad, pues aunque intente buscar la libertad, sé que esta se encuentra dentro de tus manos entrecerradas, cautiva y sin la más mínima esperanza de escapar, pues aunque le permitas volar, sus alas ya se las habrás cortado. 


Así es como torturas.

Te amo mujer, te amo pues eres la venganza de todas aquellas que me amaron y yo no amé, eres la representante de las que sin voz se ensañan con este espíritu de aventurero que cayó de un barranco y concluyó así con sus aventuras, te amo pues encajas a la perfección con mis más profundos miedos, y sacas a la luz todo el más divino y demoníaco reflejo de mi Yo interior, como si yo mismo me torturara con mis propias manos, y tu figura no sea más que un invento de mi imaginación.


Es como imaginarme preso tras cuatro paredes de un manicomio... ¿Y si así fuera?


¿Y si yo no estuviera realmente escribiéndote esta carta?
¿Y si esto no fuera real, si tu ni yo existiéramos?...
¿Y si soy un fantasma encapsulado en los últimos momentos de su pasado, el cual rebobina sus experiencias antes de llegar aquel trágico desenlace que puso término a su existencia?

Nunca lo sabré mi amor, y prefiero dejarlo así, pues como ya te dije, disfruto cada instante que pasa clavándome este puñal oxidado con la sangre de quienes amaste, y yo, mi vida, soy uno más de los que en tu trampa han caído.



Fin.


domingo, 30 de junio de 2013

A Orillas de la Playa, Anestesia para el Corazón

             





Sentada a orillas del mar con el agua bañándole sus tersas rodillas se encontraba la moza.

Ahora perdida tras el vago telón cristalino de una mirada que se posaba descuidadamente en la delgada franja que dividía al mar del horizonte, desde donde disfrutaba viendo al Sol morir cada noche, y la Luna, una viuda aún enamorada, acongojada emprendía una vez más eterna búsqueda de su amor, al que nunca encontrará.

El agua, helada como el corazón de un alma despojada de sentimientos, enjugaba sus pesares en un solitario saumerio de atardecer, y el viento, cargado de susurros, de secretos, cargado de vida, de llantos y sentimientos se aferraba a sus finos cabellos para continuar satisfaciendo sus vicios insanos.

¿Donde fue a parar tu amor, oh Doncella de esta playa? Que hoy te veo aquí, sentada sobre tus recuerdos, y torturándote sin clemencia con el puñal de la desesperanza...

¿Porqué camino sobre tus huellas, como si tu fueras yo y tus pies me pertenecieran?


Te hablo, Mujer, y me respondes con las voces de los recuerdos que tienes enmarcados en algun lugar de tu mente, a la espera de que el soplo de la vida venga a quitar el olvidado polvo de sus marcos. Sí, aquellos recuerdos que solo tú conoces, pero que todos pueden ver a simple vista, menos tú.

Es como si fueras aquella escultura a la que todos ven sumidos en profundo asombro, sin embargo tus lisos ojos de mármol,  aunque hermosos y perfectos, carecen de todo brillo que te hiciera ser humana; Pero lo eres, solo aveces, nunca y siempre, y cargas sobre tu estructura estilizada todo el peso de las bulliciosas miradas de quienes te observan.

Y ahora sin percatarme si quiera, ya estoy sentado a tu lado, esculpiendo mis anhelos sobre tu piel tersa con el cincel de mis caprichos, bañándome en las mismas aguas que empapan tu cuerpo maltraído, y yo estoy a tu lado, y sin hablarnos ni tocarnos observamos el horizonte como si esta noche de Luna media vacía nos pertenecieran, y nuestras intenciones fuesen las mismas.