domingo, 11 de noviembre de 2012

Una mañana en París


(Fuente: www.arqhys.com)

                       

No conozco París ni algún lugar semejante en Francia o Europa. Sin embargo, esta tarde escribiré un relato romántico sobre cómo dos jovenes amantes, extranjeros del mundo, prometieron amarse el uno al otro, teniendo únicamente a la magnífica torre Eiffel como testigo de su juramento.

Todo comenzó cuando el avión arribó a París despues de muchas horas de viaje desde América.
Para ellos dos, todo aquello era nuevo y hermoso. El romanticismo de aquella ciudad era únicamente comparable con los relatos de las películas y los libros de amor. Pero esto era cierto y ahí estaban ellos dos. Solo acompañados el uno por el otro y sirviéndose de una maleta con sus ropas y algo de dinero para el viaje. Nada especial.

Tomaron el primer taxi que encontraron y se dirigieron calle abajo, hacia el centro, mezclándose entre la música y la gente. Eran muy felices los dos, y poseían el preciado bien de la juventud, su vitalidad era claramente apreciable en sus gestos alegres y su inagotable energía.

El estaba enamorado de ella. 
Ella estaba enamorado de él.
Entonces se amaban.

- Te amo .- Confesó ella en más de una ocasión, regocijándose en silencio, entrelazando sus dedos con los de él, sentados a la orilla de una pileta en plena noche parisense.

 
-Te amo.- Le correspondió él, en más de una ocasión también, Disfrutando la calidez de sus besos.

Aquello era París, y ellos unos ingenuos enamorados. Estaban viviendo su propia aventura, un sueño. ¿No eran acaso felices? Pues sí, vaya que lo eran.

Si hubiesen alzado su vista un poco más arriba, por sobre sus cabezas, quizás se hubiesen percatado  que la magnífica torre que se edificaba tras ellos, los superaba cien, mil, un millón de veces en altura, y en aquella noche, la de París, se imponía entre luces y murmullos.

Si la Luna hubiese visto todo lo que aquella noche sucedió, también ella habría sido una enamorada más, pues a día de hoy sigue siendo igual de joven y lozana, y despierta cada noche tan bella como siempre, y su rostro no cambia, pues siempre muestra su misma cara, tersa y hermosa, como la de esos enamorados que se prometieron amor eterno, acomapañados por una hermosa una noche de París.

(Fuente: www.arqhys.com)
(Fuente: www.arqhys.com)






Las historias del abuelo



El niño sentaba sobre la rodilla de su abuelo mientras escuchaba sus historias
El abuelo sostenía al niño mientras le contaba perdido en su pasado, relatos de joven.

El abuelo se perdía en la profundidad del mar de sus memorias.
El niño observaba al su abuelo, simplemente.

El niño preguntaba cuanto deseaba saber sin detenerse a pensar.
El abuelo besó a su nieto en la frente y lo bajó de su regazo.

El abuelo se levantó de su querido sofá, se puso su abrigo y su sombrero, cogió su bastón (casi tan viejo como él) y abrió la puerta de la casa.
El niño, sentado sobre una alfombra roída, solo observaba sin cuestionarse.

El abuelo salió bajo la intensa lluvia, pisando los charchos de las calles, cantando algunas antiguas  canciones de hace varios años y se perdió bajo las nubes del norte.

El niño esperaría a su abuelo para que algún día lo volviera a sentar sobre su rodilla, a contarle, perdido en su pasado, relatos de joven.

Sienteme



Mírame mientras no sea tarde. Tócame.  Necesito un beso tuyo,y tomar de tu mano como si fuera la primera vez que lo hiciera. Rompe conmigo la cotidaneidad de las cosas, la rutina. Quisiera viajar junto a ti atraves de tu mismo cuerpo, siempre. Abrázame, bésame y no digas ni hagas nada mas que eso.

Te amo, y a la vez no se tenerte. Veo tus ojos frente a los míos y vuelcas en mí el huracán de tus sentimientos, me abraza tu angustia, me hiere tu esperanza, me clama tu ansiedad y yo solo observo.


Si la luna fueras tú, ¿entonces porqué brillas en plena oscuridad, estrella de la noche?, ¿Eres acaso un ángel? No, lo cierto es que todas las noches iluminas mi escritorio atraves de la vieja ventana mientras escribo y tomo café, y me hace sentir acompañado entre tanto la soledad sigue inhundando cada rincón de mi habitación con notas y melodías de antaño.

sábado, 10 de noviembre de 2012

El Caminante

La Alameda de Santiago, Año 1959.
(flickr: santiagonostalgico)

Pienso en esta noche en todos esos momentos que tu y yo tuvimos, y que ahora separados por algo mas que la distancia, anhelo poder volver a estar a tu lado, en un sillón  compartiendo quizás un vaso con la cerveza que solías tomar, escuchando algunos soundtracks antiguos de Ismael Serrano... Sí, recuerdo eso tanto como las mañanas en las que me llevabas siendo niño a recorrer Concepción de punta a cabo, y al medio día parabas un momento para sentarte en una banca de la vieja plaza (y yo a tu lado) a fumar un cigarrillo mientras, descansando sobre el terso respaldo de madera observabas a la gente pasar.

Olías a tabaco, a cerveza y (por supuesto) a viejo, y es que las pistas por ti recorridas fueron vastas, hombre de artes, amante de la libertad, los derechos y del hombre. Letras e imágenes fueron lo tuyo. Admirador de Pablo Neruda e Ismael Serrano. Tú también eres poeta único de tus andanzas, prisionero político de la dictadura de los setenta, huiste para años mas tarde rescatar los testimonios de quienes tenían aún algo que hablar.

En fin, donde vayas deseo verte pronto, ahora ya no perteneces a este mundo, pero mi corazón sigue igualmente abierto para percibir todas las enseñanzas que aún me quieras entregar. Descansa el alma pero el espíritu persistirá donde quiera que te encuentres, querido profesor de la vida.

Deslízate esta noche bajo la luna, pasame a buscar, que yo te estaré esperando una última vez, para pasear a las orillas del rio, pies descalzos por entre las piedras, para conversar sobre música y poesías.